¿Te ha pasado que hay días en los que parece que todo lo que te pasa es para “joderte el día”?
Te cuento un día x de mi vida por allá por 2019.
Te cuento esto porque muchos emprendedores en mis clases me suelen preguntar que cómo hago para mantener la sonrisa y no perder el entusiasmo, pues… sí, a veces pierdo los papeles, a veces quiero tirar la toalla y sin embargo aquí sigo y por ello te lo comparto, no estás sola.
¿Cómo gestionas tus emociones cuando el día se complica?
Empezando el día:
Comienza mi día de viernes a las 8:00 am cuando suena mi alarma. Me preparo mentalmente para las tareas programadas para hoy mientras me levanto y doy los buenos días a mi pareja con un beso. Luego, me dirijo a la habitación de mis hijas, enciendo la radio y les pregunto cómo han dormido. Sus entusiastas respuestas me animan aún más. Todo parece ir perfectamente esta mañana, las cosas están marchando sobre ruedas.
A las 8:40, mi familia se dispone a dirigirse a sus respectivos destinos y es mi turno de ponerme en marcha. Me dispongo a preparar mi portátil y todo lo necesario para el taller que voy a impartir sobre cómo crear una página web. He planificado una sesión práctica en la que los participantes crearán un blog gratuito en wordpress.com, y tengo plena confianza en que todo irá sobre ruedas.
Después del taller, me dirigiré a Madrid para una reunión importante, y a las 16:00, tengo una sesión de fotos profesionales para mi nueva página web. Estoy muy emocionada y he preparado una pequeña maleta con todo lo que necesito: mi portátil, tres cambios de ropa y mi maquillaje. Quiero lucir deslumbrante en las fotos.
Todo parecía ir de maravilla hasta que, al buscar una bolsa para mis zapatos, me encuentro con un charco de agua y un extraño ruido proveniente de la cocina. Al inspeccionar la situación, me doy cuenta de que la lavadora se ha desbordado y corre el riesgo de causar daños en la propiedad vecina. Debo actuar con rapidez y apagarla de inmediato.
Tras solucionar el problema, me veo obligada a llamar a la a la empresa donde impartiría la formación para informarles que llegaré con 30 minutos de retraso a la clase que comienza a las 10:00. Es crucial que se seque el agua rápidamente para evitar mayores complicaciones.
Afrontando los obstáculos
En ese momento, me invadió un sentimiento de frustración y desesperación al pensar “vaya día”. Antes había recibido una llamada informándome de que la persona que se encargaría de mis hijas por la tarde no podría hacerlo, pero logré solucionarlo rápidamente. Empecé a pensar que tal vez estos eran signos de que no debía seguir adelante con mis planes del día o, mejor dicho, que quizás hubiera sido mejor no haberme levantado esa mañana.
Sentía una gran ira hacia la casa y la vida, porque nada estaba saliendo como lo había planeado con tanto esmero. Mientras seguía recogiendo agua, noté que salían chorros entre un par de baldosas y de repente me vino a la mente la idea de que no podría dar la clase programada. En ese instante, se me ocurrió cerrar la llave de paso, impartir la clase y luego regresar a solucionar el problema. Pero en ese momento, me sentía tan abrumada que lo único que quería hacer era sentarme a llorar de la rabia. Era como si fuera la protagonista de una película en la que todo iba de mal en peor.
En resumen, no sabía qué hacer en ese momento.
Aquí empiezan mis diálogos internos y decido dejar de lado mi frustración para enfocarme en lo que realmente importa: solucionar los contratiempos y priorizar mis actividades. Me digo a mí misma que no hay tiempo para compadecerme y que tengo que poner cartas en el asunto.
Es en ese momento que me hago algunas preguntas que me ayudan a salir del bucle del enfado y el miedo por situaciones que no controlo: ¿Cuál era mi objetivo al planear mi día? ¿Cómo puedo adaptar mi plan para solucionar este contratiempo? ¿Estoy haciendo todo lo que está en mi mano para solucionar el problema? ¿Qué es lo que realmente me preocupa?
Buscando soluciones
Ya he vuelto a mi centro y a buscar soluciones ¿por dónde empiezo?
Lo primero, cumplir con mi obligación de avisar que no daré la clase, esto me duele, pero es lo que hay que hacer en este caso, mi casa y los míos son la prioridad.
Ahora, a llamar al seguro y en un máximo de dos horas vienen a ver lo que ha pasado, ahora toca esperar.
Llamo a la persona con la que quede para comer en Madrid y le digo lo que pasa; además le pido que llame al sitio donde nos haríamos la sesión de fotos para que comunique y solicite que me cambien la cita. De comer ya nos olvidamos, claro.
Llamo a la persona con la que había quedado en Madrid a las 19:00 para tomar un café y hablar de negocios. Me dice que no pasa nada y que lo importante es identificar las prioridades.
Me llaman de la sesión de fotos y me dicen que pierdo el dinero, si cancelo con menos de 24 horas. Pienso que no pasa nada, pues las cosas han venido así.
Llega el fontanero muy rápidamente y se pone a picar mi cocina hasta encontrar la avería, picó hasta hacer una zanja importante. Nada, se ha roto la tubería, hay que cambiarla.
En este punto, me siento en el sofá y busco identificar mis emociones, no hay enfado, no hay miedo por el contrario, hay paz y calma con la sensación de haber hecho lo correcto. Curiosamente, no tengo remordimientos por no “CUMPLIR CON MIS OBLIGACIONES”. Es aquí cuando me doy cuenta que me dí lo permisos que necesitaba, no me estaba fustigando. Es más, ya me vino el pensamiento de “MENOS MAL QUE PASÓ AHORA”, ahora puedo solucionarlo, qué suerte que no pasó después de irme.
Reconociendo lo que siento
Ya estoy dispuesta a fluir a SER con lo que estoy viviendo en ese momento, me siento bien, pero un sentirme bien desde el interior. Para algunos, quizás esto no es un problema, para otros es una verdadera faena, a otros les dará igual; en fin, que cada cabeza es un mundo y para mí en ese momento llegó a ser un gran problema.
Agradeciendo y aprendiendo de lo sucedido
Allí en el mismo sofá dije: bueno, no puedo hacer nada, pero voy a leer el correo electrónico en el móvil, así si el fontanero necesita algo de mí, estoy atenta. ¿Cuál es mi sorpresa? Tengo un correo pidiéndome presupuesto para una tienda online, era de una persona con la que había hablado hace ya casi 2 años, me dice que lo que lo quiere hacer YA. Bien, mira tú por dónde. Yo seguía ahí, en mi sofá tranquila y relajada cuando vuelve a entrar un correo, era otro presupuesto solicitado, y lo mejor es que le había dado mi referencia y correo la persona que llamé para cancelar el taller.
Vaya, no todos los días recibo peticiones de presupuestos a pares y de personas muy interesadas en contratar. ¿Qué ha pasado? Ha cambiado la película, hace no más de tres horas estaba soltando diablos y demonios por mi boca.
Sigo en mi línea, contesto el email sobre la nueva petición y le digo que no puedo hoy, pero que me llame.
Ya está, el fontanero me dice que se va, ya ha terminado, ahora pasará el parte al albañil para que me cierre el super boquete del suelo con urgencia, a todo esto mi casa está empantanada, la lavadora con ropa, el lavavajillas con platos y los dos están alojados provisionalmente en el salón; pero yo estoy encantada, la vida es la VIDA y esta LLENA DE APRENDIZAJES.
Retomando el plan y aprendiendo de la vida
Son las 13:30 y pienso en ese momento que aún puedo llegar a mi sesión de fotos pues entre medias de todo este zafarrancho me había llamado mi hermana diciéndome que ella se queda con las niñas y también me había llamado la persona de las fotos que podía llegar hasta las 5pm a la sesión.
¡Vaya! todo se ha encarrilado para que siga con mi plan ¿Qué hago? Ahora lo veo todo en bandeja, pienso y organizo, ok ya está, todo lo que podía hacer lo he hecho. Los albañiles mi hermana los puede atender, tomo la decisión y me voy no sin antes pasar a visitar al nuevo posible cliente que quiere un presupuesto. Curiosamente, está de camino al sitio donde cogeré el autobús para ir a Madrid.
Vaya día tan bueno, el posible cliente parece muy interesado y quiere una web corporativa, una tienda online y probablemente mantenimiento con asesoramiento. Ya está, acabo de cerrar otra reunión para el lunes con presupuesto en mano.
En cuanto llego a la estación llega el autobús, no tengo que esperar ¡qué suerte, porque hace mucho frío!
Llego a Madrid, voy bien de tiempo y decido tomarme un cafetito, más que nada porque no veo la salida a la calle Carretas en la estación de Sol. Pienso “me tomo un café y le pregunto a la persona que atiende el sitio”. Me acerco a un mostrador y digo “Hola, ¿Qué salida cojo para llegar mejor a la Calle Carretas?” – Él me contesta “por esa, la de la Calle Carretas”- señalando que estaba justo detrás mío. Me reí a carcajadas y le dije – “muchas gracias, menos mal que mire todas las salidas”. Le pedí un café y antes de ponérmelo me regaló una magdalena. Cuando le pregunté ¿Qué te debo? sonrió y me dijo 1 euro. Todo lo que venden cuesta 1 euro y yo no me di cuenta ¿Cuántas cosas se nos pasan por no mirar atentamente lo que nos rodea? Estamos ciegos a muchas cosas de la vida porque estamos en “Piloto Automático”
Pienso “me encanta ir por la vida con la sonrisa en la cara, la gente te mira y atiende de otra manera.”
Ya está, voy a mi sesión de fotos dónde en lugar de hacerme las 35 que había contratado me hicieron unas cuantas más y para más INRI la dueña del estudio es una emprendedora con mucha visión y esto me dio pie para proponerle un acuerdo. El acuerdo consiste en que hace un precio especial con un servicio de calidad y con valor añadido a mis clientes, es decir que de ahora en adelante mis clientes irán a su estudio a que le hagan las fotos para su web como un servicio incluido en mi servicio de diseño web. Muchas veces las webs no lucen porque no hay una imagen de calidad del profesional.
Os comenté que había quedado a comer en Madrid, era en la casa de la madre de mi amiga y cliente con la que íbamos a hacernos fotos. Resulta que su madre había guardado la comida, unas alcachofas y carne guisadita con tarta de queso, todo sanísimo. Pues no me quedó otra que ir a merendármelo, jejeje.
¡Vaya día! Ya esta bien, creo que es hora de recogerme después de un día largo y muy fructífero.
Luego siguieron más cosas, más compartir con mis hijas y mi chico, más estar en armonía con los míos, pero eso ya es otra historia.
Os cuento este día con lujo de detalles porque para mí ha sido un día importante, es un día en el que he aprendido a dar valor a lo prioritario sin sentir culpa por lo que no llego, simplemente es aceptar y fluir.
“Cuando fluyes y estás en tu centro, lo que tiene que ser, será”
Moraleja: Todo tiene una parte buena y una parte mejorable, si buscas encontrarás una intención positiva. Cada minuto de nuestra vida nos da la oportunidad de decidir como queremos vivir y desde desde dónde queremos hacerlo.
Ejercicio de Gestión de emociones
Ejercicio 1 para desconectar el piloto automático y estar presente:
Te invito a darte cuenta de cómo estás viviendo momentos de estrés elevado. Date un minuto para sentir desde donde estás respirando, dónde estás sintiendo esa emoción que te incomoda.
El problema ya está allí, a veces es necesario parar, respirar y darte la oportunidad de alejarte un poco del problema para poder ver con perspectiva. A veces estamos tan en el papel de victima o en el papel de apaga fuegos que no vemos más allá para encontrar la solución más oportuna.
Para un momento, respira con consciencia, date cuenta cómo va el aire que tomas hacia dentro de ti, siente como sube y baja tu abdomen, has por lo menos 3 respiraciones. Solo después de respirar con pausa piensa en pros y contras de tus decisiones.
¿Qué es lo peor que puede pasar si tomas la decisión 1?
¿Qué es lo mejor que puede pasar si tomas la decisión 2?
¿Qué es lo peor que puede pasar si tomas la decisión 1 o la 2?
Acepta que la vida está llena de imprevistos y que hay cosas que no está en tu mano cambiar. Solo cuando lo hayas aceptado, que no es resignado, puedes pensar en qué soluciones puedes encontrar.
Déjame en comentarios lo que quieras compartir. Gracias por llegar hasta aquí.
Te sugiero que leas mi post de resiliencia para seguir creciendo personal y profesionalmente
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